Alcalde de Algeciras y diputado nacional del PP
Los gibraltareños han engalanado su ciudad con banderas y se preparan, como cada año, para la celebración del “National Day”. Muchos ciudadanos ya dan por hecho que la hispanofobia y el ultranacionalismo protagonizarán buena parte de los discursos y consignas oficiales. Pero eso no significa que la mayoría apoyen tales extremos. La popularidad de semejante acritud desciende día a día en el Peñón y aquel partido que obtuvo la victoria en su día, por una diferencia casi anecdótica frente a su rival, empieza a tener que ofrecer explicaciones sobre el por qué de una política tan ostracista, resentida y amarga frente a sus vecinos, los de este lado de la verja.
Las generaciones nuevas de gibraltareños, que no han padecido separaciones forzadas ni gestos de hostilidad vecinal, han visto cómo muchas de sus aspiraciones y necesidades se solucionaban poco a poco gracias a la buena disposición de unas autoridades españolas sensibles a la realidad de su territorio. Así, acuerdos en materia de sanidad, por ejemplo, o residuos sólidos urbanos, por citar sólo algunos de los muchos aspectos en las que los de aquí y los de allí nos hemos entendido a la perfección, han proliferado en los últimos años.
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«Los discursos victimistas de Picardo ya no tienen cabida en la sociedad del Peñón»
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Esa colaboración posible pone en evidencia que somos capaces de continuar avanzando. Los discursos victimistas y derrotistas del actual partido de Picardo ya no tienen cabida en la sociedad del Peñón. Los gibraltareños quieren estar bien con este país con el que tanta relación y en tan distintos aspectos mantienen. Y no quieren, como es lógico, que esa armonía vecinal natural se vea arruinada por asuntos, como el de la pesca, que a ningún ciudadano gibraltareño preocupaba desde hacía siglos.
Tengo que felicitar al pueblo de Gibraltar porque es un pueblo sabio. Los gibraltareños que tengo por amigos me han demostrado siempre un carácter excepcional y una racionalidad fuera de lo común. Sus intereses son los de cualquier ciudadano de este planeta: vivir tranquilos, cubrir sus necesidades básicas, ver crecer a sus hijos, tener libertad, seguridad, garantías… Desde luego, los bloques de hormigón y los tripartitos hostiles no están entre sus prioridades.
Mi invitación, por tanto, es al diálogo continuo, a la comunicación, al conocimiento de las realidades de ambos lados de la verja. Londres y Madrid pueden y deben entenderse; y de ese entendimiento honesto y sensato saldríamos beneficiados todos. Ojalá este “National Day” fuese un punto y final a la hostilidad y un punto de no retorno para la afrenta territorial. De sus gobernantes depende. El pueblo ya está dispuesto.
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