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Las alternativas de Alemania frente a su actual dependencia del gas ruso

El Corredor Meridional del Gas, en azul, sólo es una alternativa a largo plazo. Fuente: CE.

 

Salvador Martínez. Berlín.

 

No es casualidad que Alemania haya dado un paso al frente para liderar la respuesta europea ante Rusia en el conflicto civil que vive el este de Ucrania. El país de la canciller Angela Merkel tiene unas profundas relaciones económicas con la nación que preside Vladimir Putin. Ahí reside la capacidad de influencia germana -y europea- sobre el comportamiento ruso en el este ucranio.

 

Sin embargo, pese a la promoción de sanciones económicas y el severo tono con el que suelen pronunciarse los líderes políticos alemanes al referirse a cómo actúa Rusia en Ucrania, hay un asunto que queda habitualmente al margen entre los reproches hechos a Moscú. Se trata del gas ruso, una fuente de energía que tiene muy pendientes del Kremlin a los miembros de la Unión Europea. Y viceversa.

 

Desde la Agencia Internacional de la Energía, organización con sede en París, se apunta que Alemania necesita crear “una consistente base de datos” sobre su mercado del gas. De ahí que, dependiendo del interlocutor germano al que se acceda, pueda variar lo que representa el gas importado de Rusia. En general, se habla de un 30% del total. En el ministerio de Economía y Energía, que dirige el vicecanciller alemán y líder socialdemócrata Sigmar Gabriel, señalan incluso que viene de Rusia hasta un 38% de los 88 millones de metros cúbicos de gas natural que necesita anualmente su país.

 

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Rusia factura a Alemania unos 30.000 millones de euros anuales en concepto de gas natural

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Por eso Rusia es la principal fuente de gas que tiene Alemania. Económicamente, Rusia factura al país de Angela Merkel unos 30.000 millones de euros anuales en concepto de gas natural. La importancia de este vínculo energético obliga en Alemania, y en Europa, a “ser pragmáticos y realistas respecto a Rusia”, dice Kirsten Westphal, investigadora del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP). “Cuando se trata de gas, no tenemos muchas más alternativas a corto plazo”, dice esta experta en cuestiones energéticas.

 

La tensión generada entre Berlín y Moscú tras la anexión de Crimea el pasado mes de marzo, no ha puesto en entredicho estos vínculos, pero sí ha levantado recelos. Claudia Kemfert, directora del departamento de energía, transportes y medioambiente en el Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), apunta que sólo “la actual crisis en Ucrania podría cambiar la sólida relación de Alemania con Rusia”. Pero algo así todavía está por ver, porque “Alemania sigue estando muy centrada en Rusia”, agrega Kemfert.

 

Con todo, “no es cierto que ahora Alemania sea más dependiente del gas natural ruso por la Energiewende”, puntualiza Westphal. Evoca la investigadora del SWP un término alemán que significa “revolución energética”. Éste es un proceso de transformación del panorama energético del país asociado al cierre de las centrales nucleares germanas previsto para 2022. Para 2030, según los objetivos de la Energiewende, la mitad de la energía producida en Alemania procederá de fuentes renovables. En la otra mitad entran los combustibles fósiles, aunque la idea de las autoridades es que el gas de Rusia juegue en el futuro un papel menos relevante.

 

“El gas ya está perdiendo terreno en el sector energético debido al uso del carbón y de las energías renovables. Cierto es que podría jugar un papel importante en las calefacciones, pero también hay que considerar eventuales mejoras en la eficiencia de los sistemas de calefacción, que llevarían a utilizar menos gas”, expone Westphal.

 

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En 2019, a través del “Corredor Meridional del Gas” sólo llegará a Europa un 2% del gas

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Desde el Ministerio Economía y Energía recuerdan que el Gobierno alemán está apoyando toda idea que ayude a una mayor “diversificación de las rutas y de las fuentes de gas natural”. Aparece, como una alternativa que dé acceso a un gas natural diferente al ruso, el llamado “Corredor Meridional del Gas”, un proyecto de varios gasoductos planteado en 2008 por la Comisión Europea. Con él se pretende llegar a los recursos del Mar Caspio y de Oriente Medio. Esta infraestructura, a pleno rendimiento, permitiría acceder al gas de Azerbaiyán, Turkmenistán, Irak y al del territorio del Máshrek. Irán también podría formar parte de este grupo países. Aunque, en este caso, antes habría que resolver las negociaciones sobre el programa nuclear de Teherán.

 

Dado su pausado ritmo de realización, y por dificultades asociadas a asuntos como el que complica las relaciones con Irán, el “Corredor Meridional del Gas” sólo es una alternativa de futuro. En 2019, a través de ese proyecto, llegará a Europa un escaso 2% de los cerca de 550.000 millones de metros cúbicos de gas que necesitan los miembros de la UE. Otra alternativa a largo plazo puede ser la explotación del gas descubierto el año pasado en el este del Mar Mediterráneo, en yacimientos situados en aguas de Grecia, Chipre, Turquía, e Israel.

 

“En el futuro, la situación está muy abierta, porque hay muchas alternativas”, mantiene Westphal, la investigadora del SWP. “A medio plazo, la situación está mejorando, pues hay mercados cuya importancia está creciendo y además se puede contar con gas adicional dado que hay más acceso a gas natural, porque, por ejemplo, Japón y Corea del Sur podrían ahora estar orientándose hacia el uso de más energía nuclear”, añade.

 

El gas de esquisto, cuyas reservas alemanas podrían satisfacer durante tres décadas la demanda interna germana según algunas estimaciones, también es una solución a considerar. Ésta también puede animar a una mayor independencia de Rusia, algo que ahora está “intentando conseguir Europa a través de la diversificación de importaciones”, constata Claudia Kemfert, la economista del DIW. Sin embargo, según ella, sólo después de “al menos una década” puede imaginarse una Europa liberada de su dependencia energética de Rusia.

 

En este sentido, hay países en la UE que tienen mucho camino que recorrer. Lituania, Polonia Eslovaquia, Hungría y Bulgaria dependen casi exclusivamente del gas ruso. El 85% o más de todo el gas que importan les llega de Rusia. Para la República Checa, Finlandia, Letonia y Estonia, el gas ruso representa alrededor de tres cuartas partes del total que necesitan comprar. Afortunadamente para ellos, los intereses europeos frente a Rusia reposan, sobre todo, en manos de Alemania. Para Merkel y compañía, ser el mejor cliente energético europeo que tiene el país de Vladimir Putin no es una debilidad. Se nota en que no dudan cuando hay que plantear el uso de sanciones contra Moscú.

 

 

Alberto Rubio

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