Ramón Jáuregui en una imagen de archivo./Foto: La Razón.
Eva Cantón. Madrid
El socialista Ramón Jáuregui lleva tiempo diciendo que la política española está en una situación tan grave que necesita un empujón similar al que supuso la Transición a finales de la década de los setenta. Y la herramienta por la que apuesta es la de una reforma constitucional, una renovación del pacto democrático que se dieron los españoles hace 36 años y que debería incluir a las fuerzas nacionalistas más significativas.
En su libro “El país que seremos. Un nuevo pacto para la España posible” (Turpial, 2014), que se presenta hoy, Jáuregui plantea lanzar sin dilación un mandato para que la Comisión Constitucional del Congreso empiece a trabajar en un principio de reforma que se apruebe antes de las elecciones legislativas de 2015, y que sean las nuevas Cortes -ya Constituyentes- las que desarrollen la reforma constitucional que luego debería ser sometida a referéndum.
En ese proceso de puesta al día de la Carta Magna, Jáuregui incluye repensar el modelo territorial, profundizar en derechos y libertades fundamentales y dar cabida a aspectos económicos y sociales derivados de fenómenos actuales como la globalización.
Naturalmente, admite que una reforma constitucional, por muy acotada que sea, siempre deja espacio a que los partidos políticos hagan propuestas sobre la forma de Estado, pero deja claro que su posición personal es favorable al mantenimiento de la monarquía parlamentaria.
“Es una cuestión nuclear, clave de bóveda de nuestro consenso constitucional sobre la que no hay un acuerdo social y político alternativo”, sostiene el eurodiputado socialista en su libro, editado antes la abdicación del Rey Juan Carlos que ha reabierto en la opinión pública el debate republicano.
«Las imperfecciones de la democracia piden a gritos acordar los parámetros de un nuevo proyecto de país»
Insiste Jáuregui en que las imperfecciones de la democracia representativa piden a gritos un cambio hacia liderazgos más sólidos, abandonando la política de trincheras partidistas para acordar los parámetros de un nuevo proyecto de país.
Sin embargo, frente al discurso deslegitimador de los anti-sistema, su argumento es que la reformulación del marco democrático no surgirá demoliendo el sistema actual para sustituirlo por una “imposible Arcadia feliz”. “Las paredes maestras del edificio constitucional –dice–no deben ser alteradas y el PSOE no las va a alterar”.