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El triunfo de ERC en las europeas complica aun más el escenario político catalán

En las elecciones del 25-M participó un 47,6% de los catalanes, un 20% menos que en 2012. 

 

Rosa Paz. Madrid.

 

El triunfo en el ámbito catalán de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo complica más el ya de por sí confuso escenario político de la comunidad catalana cuyo gobierno, la mayoría de los representantes en el parlamento autonómico y una buena parte de sus ciudadanos reclaman “el derecho a decidir” sobre su separación o no de España -entre un 75 y un 90 por cien según las distintas encuestas-.

 

Una parte de esas fuerzas políticas y también un sector de la población que piden un referéndum aseguran, sin embargo, que no votarían a favor de la independencia sino por seguir formando parte de España, aunque con unas condiciones diferentes a las actuales con un mejor sistema de financiación, las competencias exclusivas en materia lingüística y el reconocimiento en la Constitución de “la singularidad” de Cataluña, entre otras.

 

Lo cierto es que el 25 de mayo ERC, partido netamente independentista, ganó por primera vez unas elecciones en los 35 años que han pasado desde la recuperación de la democracia en España. ERC es un partido republicano, de izquierdas y catalán, pero de todos estos rasgos el que prima en su acción política es el último, su objetivo de conseguir la independencia de Cataluña. Por eso su triunfo del 25 de mayo, cuando acudió a las urnas un 10% de catalanes más que en los comicios europeos de 2009, intensifica las incógnitas sobre el futuro inmediato de Cataluña, en particular sobre si se celebrará o no la consulta, convocada para el 9 de noviembre con una pregunta doble: “Quiere que Cataluña se convierta en una Estado” Sí o no”. Y en caso afirmativo: “¿Quiere que este Estado sea independiente?. Sí o no”.

 

La posibilidad de celebrar ese referéndum en el ámbito exclusivamente catalán no está contemplada en la legislación española, por lo que de convocarse oficialmente el Gobierno de Mariano Rajoy lo recurrirá al Tribunal Constitucional y este prohibirá su celebración. Por eso, la otra hipótesis que se baraja es que ante la imposibilidad de celebrar la consulta el gobierno de Cataluña convoque unas elecciones autonómicas, pero de carácter plebiscitario, con la intención de conseguir una mayoría parlamentaria secesionista que proclame unilateralmente la independencia. Estas son las alternativas que, con más o menos intensidad, barajan las fuerzas políticas que se han sumado al proceso soberanista, que tienen actualmente una amplia mayoría parlamentaria -aunque no la suficiente- como consecuencia, sobre todo, de la fragmentación del sector unionista y, en particular, del hundimiento electoral de los socialistas del PSC-PSOE -que obtuvieron el 45% de los votos en las elecciones generales de 2008 y en las europeas poco más del 14%-  y a que el PP nunca ha logrado ser un partido relevante en Cataluña -un 9,8% de los votos en los recientes comicios europeos-.

 

El giro independentista de CIU

Convergència i Unió (CiU) es la coalición del nacionalismo moderado que gobernó Cataluña durante 23 años, con el carismático Jordi Pujol al frente, que participó en el pacto constitucional de 1978 tras la dictadura franquista y que apoyó alternativamente a los gobiernos del PSOE de Felipe González y del PP de José María Aznar. Después de siete años de gobierno del tripartito entre socialistas (PSC), excomunistas (ICV) y ERC (2003-2010), CiU recuperó el poder en Cataluña en 2010 en un ambiente encrespado por la sentencia del Tribunal Constitucional que anuló algunos artículos del Estatuto de autonomía reformado dos años antes. La presión de la calle y la falta de sintonía del presidente catalán, Artur Mas, con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, llevaron a CiU a sumarse -sin que mediaran conflictos significativos- a las tesis soberanistas a partir de las elecciones autonómicas del 25 de noviembre de 2012, hace apenas año y medio, cuando Artur Mas anticipó los comicios con la intención de revalidar su liderazgo “con una mayoría extraordinaria” y la promesa de convertir Cataluña en un “nuevo estado de la Unión Europea”.

 

No logró esa mayoría extraordinaria que pedía e incluso perdió 12 de los escaños que tenía anteriormente, pero mantuvo su apuesta soberanista y se alió con ERC que, aún a mucha distancia de CiU, subió 11 escaños. El único vínculo que une a estas dos formaciones políticas nacionalistas es el objetivo de lograr la independencia. De hecho, Esquerra respalda a Artur Mas pero también controla que no se salga del cauce marcado. Así, logró, a cambio de su apoyo a los presupuestos autonómicos, que se fijara la fecha para la consulta y la doble pregunta. Ahora la incógnita es si tras su victoria en las europeas también forzará a que CiU mantenga la consulta aunque sea ilegal.

 

Porque hasta ahora el Gobierno catalán mantiene un doble discurso. Sostiene en público que se celebrará el referéndum sí o sí, pero cada vez más voces del propio Ejecutivo, los dirigente de Unió y muchos notables de Convergència -a veces hasta el propio Artur Mas- afirman que la consulta solo se hará si cuenta con el consentimiento del Gobierno y el parlamento español, lo que a día de hoy parece imposible. ERC, sin embargo, apuesta por la consulta legal o ilegal. Así que en ese punto se puede producir un encontronazo entre los dos partidos. Por ello, en medios políticos catalanes se piensa que cuando el Tribunal Constitucional prohiba el referéndum, Artur Mas convocará esas elecciones de carácter plebiscitario para dar salida a la tensión y seguir, en su huída hacia adelante, con la proclamación unilateral de independencia. También sobre esta hipótesis de adelanto electoral hay dudas, porque los sondeos apuntan a un sorpasso de ERC y las elecciones del 25 de mayo lo certifican, lo que hace que muchos dirigentes de CiU desconfíen de esa convocatoria que les podría dejar por detrás de Esquerra.

 

Cabe recordar, no obstante, que en las elecciones del 25 de mayo participó un 47,6% de los catalanes, un 20% menos que en las elecciones autonómicas del 25 de noviembre de 2012. Así que el resultado en las europeas es producto de la movilización de los independentistas -y con todo, la suma de los votos de ERC y CiU es del 45%- mientras que las formaciones unionistas concurrieron desperdigadas y sus votantes optaron mayoritariamente por la abstención. Si en una convocatoria con vocación plebiscitaria se movilizara el electorado partidario de que Cataluña siga en España el resultado podría ser diferente.

 

Las causas de la desafección

Hay varios argumentos fundamentales que llevan a tantos catalanes a decantarse por la independencia. Uno sencillo, que afecta a una parte de la población, es que emocionalmente no se sienten españoles. A ese motivo hay que unir el argumento económico, común, por cierto, a todas las regiones ricas de Europa -Veneto, Baviera, Flandes, etc- y que consiste en sostener que si no tuvieran que contribuir con el dinero de sus impuestos a la solidaridad con las otras regiones españolas, Cataluña no estaría en crisis. El tercer gran fundamento es el de la malquerencia. El del convencimiento de en el resto de España ni se entiende ni se quiere a Cataluña. Algunas polémicas con el uso de la lengua catalana y la recogida de firmas en el resto de España promovida por el PP contra el Estatuto se suelen argumentar como base de esa apreciación.

 

Los sentimientos del expolio y de la afrenta están muy extendidos entre la población catalana, incluso entre los que no apuestan por la ruptura con España y los independentistas los están utilizando para acercar a esos ciudadanos a sus posiciones.

 

Las soluciones

En sectores políticos, sociales y sobre todo empresariales de Cataluña esta situación, a la que no se le ve salida, preocupa mucho. Por eso, influyentes empresarios y banqueros intentan convencer al Gobierno de Mariano Rajoy de la necesidad de que haga una propuesta que permita a CiU salirse del carril secesionista, aduciendo que buena parte de los dirigentes de esa formación están buscando un proyecto al que agarrarse para renegar de su apuesta independentista y que es eso también lo que desea la mayoría de los catalanes. Igualmente el PSOE cree que la solución al problema catalán pasa por abordar una reforma federal de la Constitución que permita renovar el pacto constitucional con los ciudadanos de Cataluña. Pero mientras Artur Mas sigue sin pestañear su hoja de ruta soberanista, Mariano Rajoy no ha perfilado, que se sepa, una oferta que intente frenar el proceso.

 

Hay analistas en Cataluña que sostienen que será la Unión Europea la que forzará a Rajoy a reaccionar para evitar que la independencia ponga en riesgo la estabilidad del euro, que podría verse afectada por la salida de Cataluña de la UE y del sistema monetario europeo y que provocaría también una situación financiera difícil para España. Pero esta posibilidad parece más bien un brindis al sol.

 

 

 

Luis Ayllon

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