El Rey desarrolló una intensa actividad internacional, que incluyó las Cumbres Iberoamericanas.
Luis Ayllón. Madrid.
En mayo de 1976, sólo medio año después de que Don Juan Carlos accediera al Trono, los interrogantes sobre lo que podía pasar en España no se habían despejado en la mayoría de las capitales del mundo. Estados Unidos, el país con el que España había establecido durante el franquismo una especial relación marcada por la presencia de tropas norteamericanas en las bases militares españolas, no disimulaba su inquietud.
Por eso, cuando a primeros de junio, el presidente Gerald Ford, en la Casa Blanca, y los congresistas y senadores estadounidenses en el Capitolio, escucharon las palabras de Don Juan Carlos que marcaban la senda por la que quería llevar al país, se sintieron aliviados.
El Rey subrayó que su intención era que «bajo los principios de la democracia, se asegure el acceso ordenado al poder de las distintas alternativas de Gobierno». Fue un discurso histórico, en el primer desplazamiento del nuevo Monarca al extranjero, y el comienzo de una actividad que, a lo largo de sus años de reinado, le convirtieron en el mejor embajador de España en el mundo.
La repercusión de la intervención de Don Juan Carlos fue enorme en todas las cancillerías occidentales, que miraban expectantes hacia España. Pero el Rey pudo comprobar que, pese a esa admiración, no le iba a resultar fácil convencer a todos de la sinceridad de sus intenciones.
Don Juan Carlos se convirtió en el mejor embajador del país en su vuelta a la esfera internacional
Así, lograr el respaldo de nuestros vecinos franceses fue una misión complicada, especialmente mientras Valery Giscard D’Estaing ocupó el Palacio del Elíseo. Su limitada simpatía por España se reflejaría en las trabas que puso al ingreso de España en las Comunidades Europeas, objetivo ineludible para nuestro país en su vuelta al concierto internacional.
El papel desempeñado por Don Juan Carlos a lo largo de los años contribuiría a cambiar la percepción del país vecino hacia España y se reflejaría en la invitación al Rey –la primera a un mandatario extranjero- para hablar ante la Asamblea Nacional en 1993.
La figura del Rey se agrandó poco a poco en las distintas partes del mundo. De manera especial lo hizo en América Latina, a donde Don Juan Caros hizo su primera gira en octubre de 1978, incluyendo Perú, México y Argentina. La última etapa era la más difícil, porque en Argentina gobernaba el dictador Jorge Videla y había muchas voces en España que consideraban inapropiada la presencia del Monarca. Sin embargo, el Rey sorprendió a todos, abogando expresamente por el respeto de la dignidad y los derechos humanos de los argentinos.
El Monarca mantuvo una intensa relación con América Latina
Desde aquella gira, el prestigio de Don Juan Carlos en América Latina no hizo más que crecer. El Rey, que había elegido como el primer destino de un viaje al extranjero, la República Dominicana, en la isla de Española, la primera que vio Colón en América, visitó todos los países de la región de manera oficial, con una sola excepción: Cuba.
Tanto el Rey como la Reina estuvieron en la isla en 1999, pero lo hicieron para asistir a la Cumbre Iberoamericana, pero no fueron en visita oficial. Los deseos de los Reyes de visitar uno de los pueblos con mayores lazos con España no se pudieron cumplir por la presencia de la dictadura de Fidel Castro, quien, además hizo todo lo posible para que las calles de La Habana estuvieran desiertas cuando Don Juan Carlos y Doña Sofia las recorrieron a pie.
En cualquier caso, la figura del Rey está indisolublemente unida a la celebración de las Cumbres Iberoamericanas a las que asistió ininterrumpidamente desde 1991, en Guadalajara (México) hasta 2012, en Cádiz y sólo dejó de hacerlo el año pasado en Panamá, por estar convaleciente de una intervención quirúrgica.
En una de esas citas se produjo el encontronazo con Hugo Chávez, al que Don Juan Carlos espetó el famoso “¿Por qué no te callas?”, cuando lanzaba acusaciones contra el ex presidente José María Aznar.
El Rey ha podido reunirse a lo largo de su vida, con la mayoría de los mandatarios iberoamericanos, lo mismo que le ha sucedido al Príncipe de Asturias, quién, desde hace años, ha ostentado la representación de España en todas las tomas de posesión de los presidentes de los países de la región.
Los contactos privilegiados del Rey con las monarquías árabes, claves para las empresas españolas
En Europa, una visita del Rey fue especialmente significativa: la que hizo al Reino Unido en abril de 1986. Aquel viaje fue el reencuentro de dos de las grandes Monarquías europeas y estaría seguido de la devolución de la visita de Isabel II a España, dos años más tarde. El Rey habló en el Parlamento británico, en un discurso muy elogiado y en el que no eludió el contencioso de Gibraltar, expresando su confianza en que se podría lograr una solución satisfactoria para todos.
España formaba ya parte entonces de la Alianza Atlántica y Don Juan Carlos se había ganado el reconocimiento mundial, como pudo comprobar en los aplausos que recibió durante su primer discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1986.
De igual modo, la figura del Rey ha sido clave en las relaciones con otras partes del mundo, singularmente con las monarquías árabes, con las que mantiene una estrecha relación, que ha resultado fundamental en numerosas ocasiones, para la adjudicación de importantes obras a empresas españolas, como por ejemplo, el AVE Medina-La Meca, en Arabia Saudí.
También fue un elemento determinante en el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel en 1987 y, sobre todo, en la relación con Marruecos. El Rey viajó por primera vez al país magrebí en junio de 1979 para reunirse con Hassan II, quien se consideraba su «hermano mayor», y volvería en numerosas ocasiones, para firmar el Tratado de Amistad, Vecindad y Buena Cooperación suscrito en 1991 o para reconducir las relaciones bilaterales cuando estas atravesaron por momentos difíciles.
El talante de Don Juan Carlos ha resultado utilísimo para resolver diversos contenciosos que mantenían algunos países hermanos, como Argentina y Uruguay o que afectaban a España en el mundo. Y, por supuesto, para apoyar la política exterior de los distintos gobiernos de la democracia y respaldar, con entusiasmo, la actividad de de los empresarios españoles más allá de nuestras fronteras.