Ana Linares. Madrid.
La salud y posterior reestructuración del sistema financiero español ha sido uno de los procesos más escrutados a nivel global en los últimos años. Su debilidad en un entorno de fuerte corrección económica llegó a convertirse para muchos en la palanca que iba a accionar la destrucción de la zona euro. Finalmente y, gracias entre otras cosas, al apoyo del BCE, las entidades financieras españolas parecen estar dejando atrás lo peor, aunque todavía tiene algunos retos importantes por delante.
Cuando estalla la crisis financiera en los principales países desarrollados del mundo, tanto las autoridades como el sector se quedaron al margen del proceso. Por poner un ejemplo, en 2008 el Gobierno de Estados Unidos puso a disposición de sus entidades financieras alrededor de 245.000 millones de dólares. En el Reino Unido, la factura de tres de sus grandes firmas: RBS, HBO y Lloyds les costó algo menos de 50.000 millones de dólares a los británicos. No fueron los únicos, hay que recordar que tras la quiebra de Lehman Brothers se produjo el hundimiento del sistema financiero islandés y el rescate de Irlanda.
También tuvo que salir al rescate Alemania, que destinó más de 50.000 millones de euros a salvar a algunas de sus grandes firmas como Commerzbank o el HypoReal.
Sin embargo España se incorporó tarde a esa tendencia. Tan tarde, que recibió toda la atención de la comunidad internacional. Los problemas de la banca del país comenzaron a evidenciarse con el derrumbe del sector inmobiliario y constructor, y el consecuente incremento del desempleo.
Una combinación letal para un país y un sistema financiero totalmente rebosante de créditos a una población que iba a comenzar a dejar de pagar con el paso de los meses. Tanto es así, que de una tasa de mora que rozaba el 2% en 2007, se ha pasado a un porcentaje de créditos impagados de más de un 13,5% a finales de 2013. Es decir, unos 5 puntos porcentuales más de lo que era en la anterior crisis de la economía en los 90.
Aunque ha habido bancos con problemas que han necesitado la ayuda financiera del Estado, la mayor parte de las ayudas se han destinado al sector de cajas de ahorros. Por el momento los datos sobre el dinero que se ha empleado para el saneamiento del sector varían según la fuente. Para el Estado las ayudas desde 2009 representan unos 60.000 millones de euros, unos 8.000 más de los que maneja la Asociación Española de la Banca (AEB), que calcula que no llega a los 54.000 millones de euros.
Algunos expertos creen que entre todas las ayudas, el dinero destinado al banco malo y demás, se podría hablar de algo más de 200.000 euros. Del dinero que el Estado pidió a la Unión Europea para salvar al sector, entre otros a Bankia, se han consumido algo más de 41.000 millones de euros en una operación que el propio FMI da por finalizada.
Los dos ejecutivos que han gestionado el tema, el socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y el que preside Mariano Rajoy del Partido Popular, intentaron solventar el tema, aunque ninguno lo hizo de forma rotunda. El último gobierno, que fue el que finalmente terminó por acudir a Europa, necesitó dos reales decretos para que las entidades españolas terminasen por provisionar todos los créditos en su balance y mejorar sus ratios de capital.
Según los datos que maneja Morgan Stanley, los bancos españoles han provisionado 250.000 millones y han aflorado 130.000 millones de capital desde 2008. El incremento de la cobertura del ladrillo junto con los test de estrés de 2012 han logrado un sector razonablemente capitalizado, de acuerdo con la entidad.
En concreto, según los datos de la AEB, hasta finales del año pasado los bancos españoles habían provisionado alrededor de un 15% de sus préstamos que le han permitido amasar un core capital medio a finales del año pasado del 11,7%.
Nadie cree que el aumento del 1% del PIB en 2014 sirva para que los bancos españoles remonten el vuelo
Sin embargo este ejercicio tardío, en comparación con el resto de entidades financieras de los países desarrollados, le ha costado a España sangre, sudor y lágrimas a través de una travesía del desierto que podría durar aún algo más de tiempo.
Porque conseguir amasar beneficios en un entorno en el que el desempleo sigue elevado, el consumo continúa deprimido y, sobre todo, los tipos de interés siguen sin subir, resulta complicado en opinión de todos los analistas.
Aunque hay consenso en que se espera un aumento del PIB de un 1% este año -frente a la contracción de los dos anteriores ejercicios- y prevén un descenso del desempleo, nadie cree que este entorno vaya a servir para que los bancos españoles remonten el vuelo. Y es algo que preocupa, no sólo porque en sus manos está el desbloqueo del grifo de la financiación de la economía, sino porque su importancia va más allá.
Sólo un dato, las entidades financieras suponen el 40% de la bolsa española, uno de los mercados de renta variable con más representación del sector en todo el mundo.
Mañana, tercera parte: Camino a una lenta recuperación.