Juan Pablo II y Juan XXIII fueron canonizados ayer en Roma.
Julio García. Madrid
Los recién canonizados santos Juan XXIII, conocido como el Papa “bueno”, y Juan Pablo II, como el Papa “viajero”, también tienen en común que fueron diplomáticos de probada eficacia. Así lo aseguran dos expertos en Historia y Derecho Canónico, que afirman que estos dos pontífices, canonizados en Roma en una multitudinaria ceremonia concelebrada por los Papas Francisco y Benedicto XVI, desarrollaron una trascendental labor diplomática y misión pastoral fuera de los muros del Vaticano.
Alberto de la Hera, catedrático de Historia de América, destacó, en un seminario celebrado en Madrid sobre estos dos pontífices, que el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli (Juan XXIII) fue visitador apostólico en Bulgaria desde 1925 y delegado apostólico (rango inferior al Nuncio que no disfruta de inmunidad diplomática y que se envía a países con los que la Santa Sede no mantiene relaciones bilaterales) en Turquía y Grecia desde 1935, todos ellos países en los que los católicos nunca han sido mayoría.
En esos años, el purpurado Roncalli afrontó su misión diplomática en una Bulgaria influenciada por el comunismo y con el cristianismo ortodoxo como religión mayoritaria en el país. En Turquía, hasta 1945, afrontó una legación diplomática en un país islámico, aunque oficialmente laico como estableció el fundador de la república turca, Mustafa Kemal Atatürk. Posteriormente, Roncalli fue designado Nuncio Apostólico en Francia.
El profesor De la Hera, vicepresidente de la International Religious Liberty Association y consultor del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, asegura que la misión diplomática desarrollada por el cardenal Roncalli explica que en 1958 fuera nombrado Papa.
Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II en una difícil etapa de tensión tras la la II Guerra Mundial
El profesor subraya la audacia del Papa Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II en una difícil situación política y social tras la II Guerra Mundial, y al escribir cinco encíclicas, entre ellas Doctrina Social de la Iglesia Católica y Paz en la Tierra, en una situación de guerra fría.
Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado, alaba de Juan Pablo II, que nunca ejerció funciones diplomáticas oficiales como Nuncio, su decisiva intervención en los acontecimientos que culminaron, en noviembre de 1989, con la caída del muro de Berlín y de todo el sistema comunista en Europa. Navarro-Vaslls valora la labor diplomática de Juan Pablo II en los 145 países que visitó. Unos viajes, según dijo, que son la clave de la «santidad» de su pontificado al acercarse en ellos al “hombre y a la mujer corrientes”.