El control de fronteras vuelve a ser prioritario para combatir al terrorismo./ Foto: JFL/La Razón.
Juan F. Baño. Madrid
Los «terroristas autónomos» (expresión más ajustada a la realidad que la de «lobos solitarios», según fuentes antiterroristas), pequeños grupos que actúan sin indicaciones precisas o puntuales, son los que tienen a Occidente ahora en el objetivo de la Yihad global. «Estamos ante un efecto espejo o imitación más que ante una campaña dirigida o coordinada desde estas organizaciones», como DAESH o Al Qaeda, dice un responsable policial.
El temor ya no se circunscribe sólo a los “foreign fighters” que, tras su paso por Siria o Irak, puedan regresar a sus lugares de origen paran continuar la Yihad. Creen los expertos antiterroristas que pronto podrían empezar a aparecer en países distintos a los de su nacimiento o residencia.
España, de hecho, está más preocupada por la decena de activistas que vuelven mensualmente al vecino Marruecos que por la docena que hasta ahora ha regresado a nuestro país. De esos doce, cuatro ha sido detectados por el Centro Nacional de Inteligencia y ocho por la Policía. Por cierto, de estos ocho, tres son nacionales, con Documento Nacional de Identidad, y cinco serían residentes en España pero provistos de Numero de Identificación de Extranjeros.
El control de las fronteras vuelve a ser un asunto prioritario para combatir este desafío. Reconocen los expertos en seguridad que el Tratado de Schengen (1985) ha supuesto un avance importante, pero advierten que «habrá que replantear cómo hacer compatible esa encomiable libertad de movimientos con la necesidad prioritaria de combatir un fenómeno como el terrorismo internacional». Los más pesimistas, y entre ellos algún mando antiterrorista, afirman con rotundidad que «volverán las fronteras».
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DAESH promete a sus reclutas mujeres, dinero o ropa de marca: el Paraíso antes de morir
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El foco de atracción sigue estando para muchos jóvenes europeos sin trabajo, sin futuro y desarraigados en la llamada de DAESH a una zona de conflicto en la que no solo hay implicaciones de tipo religioso sino también sociales y económicas. «No se trata ya de que si mueres en el combate vayas a ir al Paraíso, es que vas a disfrutar del mismísimo Paraíso antes de morir», reflexiona un experto antiterrorista.
Y es que los reclutados en ciudades europeas como Marsella o Barcelona, con una mano atrás y otra delante, acuden a Siria e Irak con la promesa de que podrán disfrutar en los territorios del recién creado Califato del Estado Islámico de mujeres, dinero, piscinas o ropa de marca. Todo lo que no les permite la Europa que les margina.
Los servicios de información policiales atribuyen una considerable capacidad económica a DAESH. Robos como el del Banco Nacional en Mosul (donde se apropiaron de 450 millones de dólares), la venta del petróleo que extraen de los pozos ocupados en Irak o Siria (no se descarta, según medios policiales en España, que el propio Bachar al-Asad recurra a este mercado para adquirir a precios de ganga el producto que previamente le ha robado el propio Estado Islámico).
También cuentan con la venta de gas (ISIS tomó en su momento las plantas de Shaar y Baiji), el cobro de tasas por el tránsito de mercancías por carretera, los impuestos que están obligados a pagar las familias cristianas o chiíes y, aunque en menor medida últimamente, el pago de rescate en secuestros.
Con toda esa capacidad recaudatoria DAESH centra sus objetivos en este momento, afirma un experto policial, en «suprimir las fronteras establecidas por el Acuerdo Sykes-Picot en 1916”. En un segundo lugar quedaría su proyecto de exportar la Yihad a los países herejes o apóstatas. En ese ultimo empeño el abanderado sigue siendo, para estas fuentes policiales, la organización Al Qaeda, «mucho más politizada -aseguran- que DAESH”.
Este informe es continuación de Yihad global: temores y certezas en la lucha antiterrorista en España