Texto y foto: Nuria Puerta Ardura
La ciudad malagueña de Ronda deslumbra también desde su arrabal. La mayoría de los franceses, japoneses ó coreanos, que mayoritariamente la visitan todo el año, no dejarán de posar delante del Puente Nuevo, con el famoso Tajo a sus pies, el gran emblema de Ronda. Sus cámaras y móviles les mostrarán cuando vuelvan a sus casas la gran obra del siglo XVIII, diseñada por un aragonés, Martín Aldehuela, que enlaza las dos partes de la villa como una lámina sólida que transparenta el río Guadalevín internándose en las entrañas de la tierra malagueña.
Pero sin olvidar esa imagen, la que no deberían perderse es la visión del antiguo arrabal. La parte oriental de la ciudad está hecha para ser fotografiada tanto ó más que la anterior. El rincón en el que se unen los baños árabes, junto a la ermita de la Cruz, antigua sinagoga, y el puente Árabe, antigua vía principal de entrada a la ciudad, no puede ser más fotogénico. Todo ello se cobija a la sombra de las murallas de la Cíjara y sus palacios, que se asoman al precipicio como si de una fortaleza se tratara y otean todo el antiguo barrio bajo, hoy dedicado al turismo y la hostelería.