El Alcázar de Madrid según un dibujo del siglo XVI.
Eduardo González. Madrid
En la primera parte de esta crónica dejamos a León V convertido en señor feudal de Madrid. León, último rey de la historia de Armenia, había sido derrocado en 1375 por los mamelucos egipcios. Liberado en 1382 después de siete años de cautiverio en El Cairo, recorrió media Europa en busca de apoyos para recuperar su Reino, pero su periplo lo llevó hasta el Alcázar de Madrid, donde residió unos pocos meses como señor de la Villa antes de lanzarse de nuevo a la infructuosa aventura de regresar al trono.
León V no fue elegido «rey de Madrid», como han repetido tantos autores a partir del error inicial del cronista Gil González Dávila en el siglo XVII, pero sí se convirtió en el primer y único señor feudal de la historia de una Villa que, desde su conquista por parte de Alfonso VI en 1085, siempre había sido de realengo. Durante una reunión extraordinaria convocada al toque de las campanas de San Salvador, el Concejo de Madrid se comprometió, por una parte, a acatar la orden del rey Juan I de hacer «omenage al Rey de Armenia«, pero, por otra parte, expresó su malestar por una concesión que violaba los privilegios forales de la ciudad. Para acallar las protestas, el monarca castellano se comprometió a que, una vez fallecido León V, el señorío de Madrid regresaría a su anterior condición de realengo.
Aclarados los términos, el rey desterrado de Armenia se asentó en el Alcázar, ubicado en el emplazamiento del actual Palacio Real, y ordenó la reconstrucción de las torres del edificio, que habían quedado muy deterioradas a raíz de un incendio en tiempos del primer rey Trastámara, Enrique II.
Pese a los tópicos tan extendidos incluso entre los propios madrileños, Madrid ocupaba por entonces una posición relativamente importante en el conjunto de Castilla. La Villa (que no «Ciudad», ya que este título se reservaba a las localidades con catedral) contaba con alrededor de 10.000 habitantes (una cifra nada despreciable para la época) y había sido sede de las Cortes del Reino en varias ocasiones, como las reunidas en 1309 por Fernando IV o las celebradas en 1329 y 1341 a instancias de Alfonso XI, convocatorias que solían ir acompañadas de la concesión de nuevos privilegios y exenciones a Madrid.
El señorío de León V sobre Madrid fue rechazado por el Concejo y revocado ocho años después
En 1346, Alfonso XI aprobó la creación del Regimiento de la Villa, para mayor gloria de las ambiciones políticas de la oligarquía urbana. A partir de la subida al trono de la dinastía Trastámara, los reyes de Castilla residieron con frecuencia en el Alcázar de Madrid, en el que impulsaron numerosas reformas, y convocaron nuevas Cortes en 1390, 1393, 1419 y 1433. En el siglo XV, la Villa de Madrid fue incluida en el selecto grupo de 17 ciudades con derecho a voto en las Cortes de Castilla.
En todo caso, León V apenas permaneció unos meses en Madrid (únicamente los de su primer invierno). Obsesionado por su deseo de recuperar el trono de Armenia, emprendió un nuevo periplo que le llevó a Navarra para entrevistarse con el rey Carlos el Malo, a Lleida para recabar el apoyo del rey de Aragón, a Avignon para acceder al Papa y, finalmente, a París, donde se reunió con el rey de Francia, Carlos VI. El resultado del viaje fue el esperado: en plena crisis del siglo XIV y con Francia enfrascada en sus propias guerras con Inglaterra (León V incluso llegó a encabezar una embajada de Carlos VI a Londres para intentar lograr una tregua), Armenia bien podía esperar.
Desde entonces, León V residió en Francia, la patria de sus ancestros Lusignan. Murió en noviembre de 1393 en el palacio real de Tournelles de París, tras lo cual su primo, el príncipe chipriota Jacobo I de Lusignan, pasó a encabezar una larga lista de pretendientes insatisfechos al trono armenio. León fue enterrado en el Convento de los Celestinos, cerca de la Plaza de la Bastilla, en cuya lápida se le mencionaba como Príncipe León de Lusignan, quinto rey latino del reino de Armenia. Sus restos fueron profanados y se perdieron para siempre durante la Revolución Francesa, pero su tumba fue trasladada a la basílica de Saint-Denis, en las afueras de París.
Tras su marcha de Madrid, el rey de Armenia sólo se desplazó en una ocasión a Castilla, concretamente en febrero de 1391 para asistir a los funerales por Juan I, celebrados en Toledo. En abril de ese mismo año, los regidores de Madrid consiguieron que Enrique III (un niño de doce años) reconociese que su padre se había equivocado y que, en consecuencia, revocase la donación de la Villa. León V había sido destronado por segunda vez en su vida.
Estatua de León V en su tumba en la basílica de Saint-Denis de París