Texto y foto: Antonio Rodríguez Portillo
Muy cerquita de la localidad de Potes (Cantabria) se encuentra el monasterio franciscano de Santo Toribio de Liébana, famoso por albergar el trozo más grande del Lignum Crucis, la cruz donde murió Jesucristo. Es por ello que la Iglesia Católica lo considera uno de sus puntos de peregrinaje jubilar junto a Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, Caravaca de la Cruz o Asís.
El monasterio fue, además, el lugar donde el monje Beato de Liébana escribió e ilustró sus libros en el siglo VIII coincidiendo con la invasión árabe de la Península y entre los que destaca el titulado Comentarios al Apocalipsis. Con su explicación de este pasaje de la Biblia, Beato pretendía preparar a los creyentes para el fin del mundo que habría de sobrevenir, según sus estimaciones, al final del sexto milenio, es decir en el año 800 después de Cristo.
De todas formas, Beato mantenía una cierta cautela y afirmaba que los hombres «desconocemos si se acortarán» los años que restaban para la llegada del milenio. En el libro se desgrana profusamente la figura del Anticristo, entendida como todo aquél que no reconoce a Cristo, y a él se le dedican páginas enteras: desde su número identificativo o su nombre, hasta su papel en el final de los tiempos.